Cabernet-sauvignon, garnacha, chardonnay… son el nombre de algunas de las uvas con las que las bodegas elaboran la mayoría de sus vinos, caracterizándose el mercado vinícola por comercializar producciones que se elaboran con un número reducido de variedades de uva que se pueden encontrar en cualquier parte del mundo.
Diversificar y diferenciarse dentro de un sector y mercado muy competitivo y cada vez más global no es fácil. Sin embargo, tampoco es imposible. Y una de las vías que tienen productores y bodegas es utilizar otras variedades de uva en peligro de extinción y que se están recuperando.
Una línea de trabajo que viene desarrollando desde hace más de 10 años el Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha (Iriaf), que ya ha logrado inscribir en el Catálogo Nacional de Variedades Vegetales del MAPA tres variedades de uva que antiguamente se empleaban en las tierras de esta comunidad. Se trata de la albillo dorada -los vinos son afrutados y muy apreciados en investigación-, la moribel y la crujidera.
Las dos primeras ya han sido también autorizadas por parte de la comunidad de Castilla-La Mancha para su plantación.
“Los agricultores pueden elegir estas dos variedades para plantar en Castilla La Mancha y diversificar la producción y diferenciarse”, según explica Esteban García, director del Iriaf.
“Con esto, no vamos a resolver todos los problemas de la vinicultura regional y nacional, pero las empresas que apuesten por estas variedades van a tener una punta de lanza de diferenciación y diversificación en el mercado que no van a tener otras. Ya hay agricultores que han solicitado el material para plantar albillo dorado y la moribel”, aunque estos vinos no estarán en el mercado hasta dentro de tres o cuatro años, como mínimo, porque hay que desarrollar la vid y una producción estable y efectiva.
Pero el trabajo no queda aquí, porque en esta línea de investigación se trabaja con más variedades que están en peligro de extinción y “haciendo una revisión de lo que hay plantado en los viñedos de Castilla-La Mancha para intentar ver si existen o si todavía quedan algunas variedades de finales del siglo XVIII y principios de XIX y XX” sobre las que había publicaciones.
“La presión comercial y mediática en vinicultura ha hecho que la industria y agricultura se centre en pocas variedades nacionales e internacionales, por lo que queríamos intentar que, si aún quedaba alguna variedad en peligro de extinción, recuperarla para que no se pierda ese material genético tan valioso”. De momento, “ya llevamos 44 variedades cuyo perfil genético no concuerda con ninguno de los que hasta ahora están estudiados en la biografía internacional”.
“La presión comercial y mediática en vinicultura ha hecho que la industria y agricultura se centre en pocas variedades nacionales e internacionales».
Pero, con esta detección, la investigación del Iriaf no acaba. “Una vez que tenemos estas variedades, trabajamos en recuperarlas. Es un proceso arduo porque, a partir de una o dos plantas de una variedad en una plantación, hay que replicarlas y reproducirlas en un campo de experimentación. Y, una vez que lo tenemos en un banco de germoplasma, plantamos para realizar el estudio agronómico y también para ver qué características de vino dan, si es una variedad para tintos jóvenes o crianzas… Si son variedades valiosas para nutrir el catálogo de variedades de la región, se inicia la oficialización de la variedad, que es un proceso administrativo largo” ante el MAPA y la Administración autonómica.
Es una línea de investigación en el sector del vino que tiene un importante peso económico en esta comunidad, ya que supone algo más de la mitad del 15 por ciento del PIB del sector agrícola de Castilla-La Mancha, además de representar alrededor del 50 por ciento del sector nacional y el 15 por ciento mundial.
Un Artículo de Eva Sereno de ElConfidencial.