Los viticultores critican las inspecciones laborales en un año marcado por pérdidas y bajos precios.
En estos momentos de vendimia, las viñas, espacio de trabajo de los viticultores, se convierten en ocasiones en un escenario de tensión. El viticultor, más allá de su preocupación por tener una buena cosecha, de calidad y productiva, mira al horizonte atento, por la posible llegada de la siempre temida inspección de trabajo.
Y es que año tras año, las tradicionales labores de recolección se ven interrumpidas por la presencia de inspectores de trabajo junto a la Guardia Civil, quienes velan por el cumplimiento de las normativas laborales en el campo. Si bien estas inspecciones son fundamentales para garantizar derechos y condiciones dignas para los trabajadores, los viticultores expresan una creciente sensación de persecución, denunciando que se sienten constantemente bajo la lupa de la administración. Este clima de desconfianza genera un debate sobre el equilibrio entre el cumplimiento de la ley y la viabilidad de un sector primario que, a menudo, se siente desatendido y maltratado.
Aunque la vendimia mecanizada gana terreno en muchas zonas de Castilla-La Mancha, la vendimia manual, con cuadrillas de vendimiadores, es una práctica que se resiste a desaparecer en algunos rincones. En estos viñedos, donde la tradición se mantiene viva, las familias se reúnen para vendimiar sus propias parcelas. Hijos, primos y tíos colaboran en esta tarea año tras año, permitiéndoles mantener un estrecho vínculo con la tierra de sus abuelos.
Inspección de trabajo en vendimia
Es en este contexto donde los viticultores denuncian una «persecución». Señalan que se están llevando a cabo inspecciones en zonas rurales, incluso en aquellos casos en que los viticultores han sufrido importantes pérdidas de cosecha debido a tormentas, granizo o heladas. «Aunque creas que tienes todo en regla y hayas hecho todo lo posible para que así sea, siempre pueden encontrarte algo, por mínimo que sea, o bien del tractor, del remolque o del cazo», denuncia Andrés, un viticultor manchego. «En el campo no siempre llevas los papeles de contratos o certificados, y aunque todo esté en orden, la inspección te obligará a perder tiempo presentando toda la documentación requerida en la oficina de trabajo en pocos días o te llegará la sanción» añade.
«Entendemos que haya un control y una lucha contra la explotación laboral, no podemos consentir situaciones laborales precarias, ya sea de inmigrantes o nacionales. Pero el pequeño viticultor no puede pagar por ello, por tener a un primo ayudándote durante un día. Bastante tenemos con cubrir los costes de producción», sentencia Andrés.
Por su parte, fuentes del Ministerio de Trabajo añaden en que la labor inspectora se centra en el control de la normativa sobre seguridad social, empleo, extranjeros y prevención de riesgos, así como en el cumplimiento del Convenio agropecuario en vigor, especialmente, por lo que se refiere al alojamiento.
Ante una situación ya tensa debido al precio de la uva en España y el supuesto incumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria para muchos viticultores, una inspección de trabajo en vendimia es percibida por el agricultor como un ataque a su trabajo, un ataque al sector primario, que continuamente debe lidiar con imprevistos que afectan a su rentabilidad.