Cómo la innovación en vinos sin alcohol busca conquistar nuevos mercados y cambiar el rumbo del sector.
Las tendencias cambian, a veces por inercia y otras, impulsadas por la necesidad. El sector del vino se encuentra en una constante búsqueda de vías que le permitan, básicamente, vender su producto. Una lucha, en ocasiones, contra todo: normativas, leyes, aranceles, prohibiciones, etiquetado, sostenibilidad… Siempre suele haber una piedra en el camino que dificulta su avance. Algunos años son mejores que otros a nivel económico, pero es cierto que, actualmente, el sector vitivinícola atraviesa una situación complicada. Las cifras hablan por sí solas: en los últimos años, el descenso en el consumo de vino ha sido notorio, especialmente en el caso de los tintos. Los blancos parecen resistir, quizá gracias a nuevas tendencias o modas. Los vinos espumosos también viven un momento ¿dulce? Aunque no todas las regiones elaboradoras pueden decir lo mismo.
Dicho esto, tras explorar algunas bodegas y productores alternativas como el bag-in-box o el vino en formato lata, ¡o incluso los «vinos» de color azul o naranja! (qué tiempos), el sector necesita reinventarse. Siempre habrá quienes digan que el vino debe ser el de siempre, en botella de cristal con corcho. Pero la realidad es que la industria debe buscar nuevas vías para expandir su mercado y atraer a nuevos públicos. Los jóvenes no consumen vino, esa es una realidad, y menos en España, lo cual resulta sorprendente.
Ahora, la apuesta por vinos sin alcohol podría abrir un mercado interesante para nuevos consumidores, ahí tenemos la cerveza. ¿El reto? Que estos vinos no pierdan su esencia y que, al catarlos, puedas identificarlos como auténtico vino, y no como otra cosa.
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Posición de la OIV al respecto
La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), centra en la Resolución OIV-OENO 394A-2012 la “Desalcoholización de vinos”. Ésta establece requisitos para elaborar productos vitivinícolas de grado alcohólico bajo o reducido mediante métodos como la evaporación parcial al vacío, las técnicas de membrana y la destilación. Según la propia OIV, en el texto también se especifica que estos procedimientos no deben aplicarse a vinos que presenten defectos organolépticos y que es necesaria la supervisión de un enólogo o técnico cualificado. El marco regulador de la OIV para la desalcoholización del vino proporciona a los productores herramientas para innovar y hacer frente a las complejidades técnicas y comerciales.
Adaptarse a las tendencias de consumo de vino
Según Valérie Lempereur, directora de Desarrollo del Instituto Francés de la Vid y el Vino (IFV), las técnicas separativas de desalcoholización del vino recogidas en el Código Internacional de Prácticas Enológicas de la OIV (OENO-394A-2012) brindan a las empresas del sector vitivinícola una solución técnica supervisada para responder a las nuevas expectativas de los consumidores, que demandan opciones de baja graduación o sin alcohol. Estos métodos ofrecen al sector vitivinícola nuevas oportunidades de mercado, atraen a un público amplio y tienen una influencia mínima sobre los aromas y la estructura del vino, algo fundamental para potenciar la diversidad de los productos.
No obstante, estas técnicas presentan problemas que requieren una estrecha colaboración entre productores e investigadores para garantizar la integridad de los vinos desalcoholizados. Adaptarse a las nuevas exigencias del mercado permite a los productores innovar sin renunciar a la calidad y la autenticidad de sus vinos.
Retos y opiniones sobre los vinos sin alcohol
Adriaan Oelofse, director de Investigación, Desarrollo e Innovación de South Africa Wine, destaca en un comunicado de la OIV que la Resolución OENO-394A-2012 respalda la creciente demanda de vinos de baja graduación, reflejo del interés de los consumidores por un consumo moderado de alcohol. Métodos como la evaporación al vacío, la filtración con membranas y la destilación controlada permiten reducir el contenido alcohólico manteniendo el sabor, aunque cada técnica presenta ventajas específicas.
Sin embargo, Oelofse advierte que reducir el etanol puede afectar la percepción organoléptica del vino, disminuyendo la complejidad aromática y la sensación en boca. Este desafío técnico se suma a otros como la aceptación de los consumidores, los altos costes de producción y las normativas divergentes que complican el etiquetado y la comercialización internacional.
Según Oelofse, educar al consumidor sobre los vinos de baja graduación resulta crucial, ya que su menor contenido alcohólico también podría afectar la estabilidad del producto. Innovar y perfeccionar estas técnicas permitirá al sector mantener la calidad tradicional mientras responde a las tendencias de consumo actuales.
Conclusiones
Dicho esto, vayamos a lo importante: ¿en algún momento te pedirías un vino sin alcohol?